Justo después de leer un retrato absurdo de Elon Musk escrito por Douglas Coupland para The Guardian -sí, esa es la Generación X- en el que el empresario licua los derechos de los trabajadores, celebra el colonialismo en Marte y emerge como un cruce entre Stephen Hawking y Kurt Cobain, tengo un momento de pánico: siento que nunca entendí mucho sobre las criptomonedas y ya no puedo leer el estado de Grimes en Twitter.
Grimes ha sido mi portal para algunas publicaciones: música de Internet, comedia y glitch, es tan emo, industrial y rosa. Burlarse de Coupland y rebelarse contra el grunge moribundo, ritmo para encontrar un disco que se burle de su seriedad posmoderna y me cubra con una fluorescencia alienígena. Y así recovery (DANZƏ), una antología independiente derivada de la comunidad italiana hyperpop/glitch/breakcore. Estas son palabras que entiendo los contornos, pero no se aplican a mí. Es un alivio escuchar un disco y no saberlo todo, es un alivio no compartir lengua y rascarse los nervios como hacía el primer trap.
Catorce piezas escritas por artistas de entre catorce y veintidós años -que se asemejan a un chicle- dibujaron jeroglíficos, un diálogo extraído de la serie adolescente algo menos sofisticada de Dawson’s Creek. Toda la melancolía de la sacarina y los canales de espacio-tiempo conducen a todos los dormitorios del mundo, cada uno reconocible pero en lugar del otro, y comprimen las piezas en una sola canción, en la que no entiendes nada, gran sentimiento. Hoy es mejor ponerse así de tontos.