Puede parecer extraño hoy, pero a Frank Sinatra (1915-1998) no le fue bien entre 1969 y 1970. Sigue siendo Frank Sinatra, el cantante más increíble de Estados Unidos, uno de los más famosos y mundialmente famosos y ex marido Ava. Gardner y Mia Farrow, pero su estrella comienza a decaer. Desde 1967 se encuentra en su fuerte, el resplandeciente palacio Ceasars en Las Vegas, donde presenta sus estandartes todas las noches a una rica audiencia madura, y a las mujeres en primera fila con cuellos de piel incluso en el desierto de Nevada. Sin embargo, como todos los grandes artistas, Sinatra está listo para cuestionar todo y recrearse para los tiempos cambiantes. Lo hace con Watertown, el disco más vendido de su vida.
Con Watertown, Frank Sinatra vuelve a hacer un álbum conceptual, un álbum de historias, en el que cada canción está vinculada a la otra por la atmósfera, los temas y los detalles compartidos. Ya lo había hecho en 1955 con su obra maestra En la madrugada, pero aquí Sinatra rompe con su personaje de crooner romántico y solitario y cuenta la historia de un hombre que es todo lo contrario: un escribano de un pequeño pueblo al que abandonan. con dos hijos de una esposa inquieta y demasiado «moderna». Sinatra ya no es un flâneur melancólico de mediados de la década de 1950, que bebe whisky caro y corteja a mujeres hermosas que no se encuentran. Es un buen hombre, y al poder expresar sus sentimientos, ve que su esposa le deja una vida más interesante en la gran ciudad. La voz interior de Sinatra de este perdedor quién sabe, si pudiera decirle las mismas cosas que canta, ella podría volver. Pero en cambio, ella nunca regresará y todo lo que tiene que hacer es cantar.
Otra novela relacionada con Watertown es que Sinatra, por primera vez en su carrera, canta sobre una base orquestal ya grabada, moviéndose hacia la lógica de producción de principios de los setenta que vio cada vez más el álbum como un trabajo en el estudio. que. interpretación capturada en el disco. Las canciones, compuestas por el letrista Jake Holmes y ricamente orquestadas por Bob Gaudio y Frankie Valli de Four Seasons, son una especie de ópera pop y Frank Sinatra se confirma como un actor-cantante impecable. El adiós (dice en voz baja) es como una escena de película: los dos están en la mesa, han estado hablando mucho tiempo, se toman de la mano y justo cuando él está a punto de pedirle que espere, ella susurra: «adiós» Sin dramatismo, sin emoción, «sin orquesta» (aquí sin cuerdas) y de puntillas, su historia termina y el protagonista de Watertown se queda solo con recuerdos y arrepentimiento. Al epílogo cruel, El Tren él a la estación de su casa triste seguro de que ella volvería y en cambio nadie se baja del tren.
Mientras es un placer escuchar el disco, las canciones son perfectas y la Inmaculada Interpretación de Sinatra hace difícil empatizar con su obediente y vago carácter pasivo-agresivo. Me gusta imaginar la misma historia que contó ella (¿Peggy Lee? ¿La joven Liza Minnelli? ¿Barbra Streisand?) que, con un grito inesperado y un hombrecito traidor, decide rehacer su vida en otro lugar.
Frank Sinatra
ciudad de agua
Repetir, 1970