La propia banda de covers – Claudia Durastanti

Tarde o temprano llegaría la factura de años de estética normcore marcada por la celebración, a veces irónica, del concepto de incomprensión de la normalidad, a través de un vestuario sin marcas y sin ambiciones. Años de músicos con uniformes negros, beige o neutros, con genérica devoción al sin gusto. La cuenta ha llegado: los códigos de DeviantArt, el fringe emo, la nostalgia de Crepúsculo están de vuelta, mostrados por la pareja de Machine Gun Kelly y Megan Fox (nos hace sonreír que dos íconos etiquetados como indie, Phoebe Bridgers y Paul Mescal, estén vestidos precisamente como ellos para Víspera de Todos los Santos).

El gusto máximo también regresa a Italia, pero en lugar de pescar entre cosas que nunca estuvieron de moda, han dominado los estilos glam y punk apropiados de Måneskin, aunque desde la retórica de la variedad.

La acusación de mal gusto viene de otra cosa, y creo que el juicio más centrado en esta banda es mi madre, que es sorda y que los sigue de todos modos. Su rendimiento es seguro y legible incluso en ausencia de audio. Si la música no aporta mucho, todos los cuerpos dicen: no es difícil dejar de escucharlos, es casi imposible dejar de mirarlos.

No quiere decir que sean modelos prestados al escenario; sus actuaciones tontas demuestran ser lo que son. Es muy ambiguo: un sentido de la interpretación, la autoimportancia y la confianza que evoca un enfoque diferente y lateral de la música. Es el mismo enfoque que las bandas de versiones, pero rara vez has visto una banda de versiones por ti mismo. ◆

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